Versos libres

Lo que he aprendido estos últimos meses

Edición de medios digitales. Producción radiofónica. Deontología de la Comunicación. Historia Contemporánea de España. Empresa de la Comunicación. Literatura anglosajona. Producción televisiva.

A elaborar un blog sobre Fibromialgia. En qué consiste esa enfermedad. A usar una grabadora. Y a montar una lámpara. Tipos de focos, planos y micrófonos. Que la radio es, en esencia, sonido, como dijo el doctor Faus en alguna que otra ocasión.

Que el siglo XIX también fue interesante y violento, aunque menos que el XX. Que los ingleses escribieron grandes obras, pero su idioma siempre será mucho más frío que el nuestro. Y que todas las lenguas latinas en general. Que las empresas de comunicación han seguido en los últimos años una estrategia ultraconservadora, y que nosotros lo estamos pagando hoy en día. Que faltar el respeto no es libertad de expresión, aunque así se justifique. Y que no sé hasta que punto esta última frase es cierta.

Que la radio agota, pero que sigue teniendo magia. Más que la tele. Que los buenos documentales emocionan. Que me cuesta mucho trabajar en equipo. Y ser puntual. Que ir a clase merece la pena, aunque solo sea para socializar en los descansos. O por los pinchos de tortilla del Bar Faustino. Que aquí en general no son Charlie (y yo sí). Que los periodistas solemos ser pésimos empresarios (y viceversa). La diferencia entre discapacitado, paraolímpico y paralímpico.

Los nombres de casi todos mis compañeros. Y sus apellidos. Y su ciudad de origen. Y a qué votan (algunos). Y las tantísimas cosas que no les gustan de este mundo (ni a mí tampoco). Y que en pocos meses no volveré a saber nada de muchos de ellos. Ni ellos de mí.

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Que el futuro está en Internet, aunque yo siempre seré de papel. Y de radio analógica. Y de las tertulias en las que nadie interrumpe a nadie. Aunque haya demasiados viejos y muy pocas mujeres.

Que me encanta leer. Y que lo seguirá haciendo hasta el fin de mis días. Que cinco años de uni son demasiados. Que el plan Bolonia apesta. Que memorizar no te hace inteligente, ni hablar mucho buen orador. Ni ser un gran estudiante de Periodismo te convierte en periodista. Que estoy #HastaLosCojonesDeEstudiar. Pero aún así hay que hacerlo para obtener el dichoso título que dicen que abre tantas puertas.

Que extranjero es quien no se integra, al margen de su nacionalidad. Que enemigo no es quien piensa diferente, ni amigo el que piensa semejante. Que la gente no dejará nunca de sorprenderme. Para bien. Como la vida misma. Y que cualquier día puedes descubrir a uno de tus mejores amigos. O a más de uno.

Que una buena conversación te alegra el peor de los días. Que casi nada de lo que se dice o se hace es personal. Que se puede aprender mucho de cualquiera, y muy poco de los que se creen alguien.

Que Pamplona no es el Paraíso, tampoco el Infierno. Que en la capital navarra se vive bien, pero mi sitio jamás estuvo aquí. Porque entre otras cosas, siempre seré incapaz de percibir alegría en la seriedad, ni belleza en la lluvia, ni ventaja alguna al hecho de pertenecer a una «cuadrilla». Y que eso no desmerece a las grandísimas personas con denominación de origen de esta tierra que he conocido.

Que volver a Linares es cada vez más reconfortante. Aunque el pueblo esté cada vez peor. Y que aquellos que luchan por revertir la situación, sacrificando su tiempo por el bien común, merecerían todos los días aparecer en la portada de un diario.

Que los mejores se van antes de tiempo, y casi siempre sin avisar. Por eso conviene no dejarse nunca nada en el tintero y dar tú el primer paso. Hacia algo o hacia alguien. Aunque cueste trabajo. Aunque vaya a doler. Luego siempre acaba siendo demasiado tarde. Y luego todo es más difícil de asumir.

Que la autenticidad es un valor seguro, y la hipocresía, la seña de identidad de nuestro tiempo. Que dónde no hay, rara vez se puede sacar, por lo que a veces conviene ser austero y un poco menos exigente.

Que escribir es prolongar la vida. Aunque casi nadie te lea. Y que me gusta mucho lo que hago, aunque mis notas puedan a veces no demostrarlo. Porque a menudo me las creo (y se las creen) demasiado.

Que tan respetable es ser bueno ante la cámara como delante del micro o del teclado. Y que reconocer los méritos ajenos y alegrarte por ellos no te hace un inútil. Sí en cambio, dejarte corroer por la envidia.

Que en la vida real no se elige a los compañeros de trabajo. Por eso, desde ya, interesa verlos como camaradas, y no como rivales. Éstos últimos tampoco se eligen. Que lo que los demás piensan rara vez depende de ti. Ni siquiera lo que piensan de ti. Que sufrimos demasiado por cosas que no tienen importancia (y viceversa).

Que cuando una vez que has tocado fondo, solo se puede ir para arriba. Y que como me ha dicho tantas veces mi padre, la experiencia es aquello que se tiene cuando ya no nos hace falta. 

Que donde caben tres, pueden llegar a entrar cincuenta. Y que solo el necio confunde valor y precio (Antonio Machado dixit). Que es muy fácil juzgar a posteriori, pero muy difícil vivir el momento. Y que lo mejor está por llegar. Que merece la pena pensar así.

Que solo sé que no sé nada, maestro Sócrates. Y que me quedan demasiadas cosas por aprender, la mayoría de ellas fuera de los libros. Y que cuesta muy poco sonreír, vertir palabras amables en oídos ajenos, que casi nunca tienen tiempo para escuchar a nadie.

Y que aquí estamos otra Navidad. Que a partir de ahora serán cada vez más tristes y con más ausencias. Hasta que me toque asumir otro rol, y la familia vuelva a ampliarse. O no.

Y que no soy tan original, y voy a acabar esta entrada como lo haría cualquiera. Feliz Navidad a tod@s. Que vuestros mejores deseos se cumplan el año venidero.

Atentamente,

Miguel G. Barea.

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5 comentarios en “Lo que he aprendido estos últimos meses

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